CAPÍTULO 11:
Día quince: Dos muertes en un
mismo día.
El
resto del día anterior ninguno de los dos se acercó al colegio. Su madre estaba
durmiendo en su habitación y él estaba en el living, preparando sus armas.
Colocó en la mochila dos cuchillos diferentes. Uno para Julieta y el otro para
su padre. La decisión estaba tomada, serían dos presas, dos pájaros muertos con
un mismo tiro.
Se
puso la mochila y se fue a la escuela caminando. Llegó cerca de la estación de
servicio y dio un fuerte suspiro. Siguió sus pasos hasta el portón de la
escuela. Entró y detrás de él venía su padre. En el momento en que subía las
escaleras, lo paró. Notó que nadie venia de un lado o de otro.
Alejandro:¡¿Por qué?!,
papá? – aulló
Luis: Mira, no tengo
tiempo.
Alejandro: SOS un pedazo
de hijo de…
Luis: No me insultes – interrumpió la frase.
Alejandro: Por lo menos
ten el coraje de darle un último abrazo a tu hijo.
Luis: Bueno – se acercó y lo abrazó, en ese
instante Ale saco el cuchillo y se lo clavo en el estómago.
Alejandro: Ahora vas a
aprender – dijo y se
fue.
El
padre cayó al suelo y en un último suspiro murió.
Alejandro
se fue al baño del colegio, se acercó a la puerta y todos sus compañeros
bajaron de los salones desesperados. Dejó el cuchillo en los lavatorios y se
fue. Salió por detrás e hizo que recién llegaba a la escuela. Preguntó
desesperado que pasó. Nadie supo contestar.
En
ese momento miró a Julieta. Se acercó a ella y le dijo…
Alejandro: Acompáñame.
Y
ambos subieron al curso.
Julieta: Fuiste vos,
verdad?
Alejandro: Sí.
Julieta: Era tu padre.
Alejandro: Ya no lo es
más – Florencia llego.
Florencia: Ha, que bien,
dos muertes en un mismo día –
se reía.
Julieta: Los dos son
unos asesinos.
Florencia: Yo no, el sí.
Alejandro: Solo sigo
órdenes – dijo Ale.
Julieta: No tienes
actitud propia.
Florencia: Al contrario tiene mucha – respondió Flor
Julieta: Voy a gritar.
Alejandro: Como la nena
que SOS – dijo Ale
sonriendo.
Florencia: Mátala.
Alejandro: Con gusto.
Se
acercó hacia Julieta. Él se abalanzó sobre su asesino, mal movimiento, no va a
escapar así porque el cuchillo ya estaba clavado en su estómago. Florencia
aplaudia y felicitaba. Alejandro se reía. Ambos se tomaron de las manos y
bajaron las escaleras. Fueron con sus amigos. Todos estaban asustados. A lo
lejos se escuchaba el sonido de la ambulancia y la policía. Los dos se miraron
y decidieron seguir la corriente de lamentos.
Autor: Anibal R. Núñez. Todos los derechos reservados © 2013-2014
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